Artesanía
La sensibilidad de unas manos que tejen para abrigar y otras que remueven la tierra para que algo pueda crecer. Dos artesanías que se entrelazan en las palabras de Sofía Eger.
1
Cambio las plantas de macetas para que crezcan con más espacio y oxígeno porque así me lo enseñó mi abuela. Pero más aún porque necesito entender concretamente la incompatibilidad con lo humano de algo que crece enterrado: tocar la tierra, tocar las raíces, tocar la luz.
2
Cuando me mudé, la primera persona que me crucé en el edificio fue una chica embarazada. Me acuerdo de ella porque antes de saludarme resaltó lo linda que era la planta que tenía entre los brazos: una monstera gigante, la primera que puse en el departamento.
3
Mi abuela siempre me cuenta que su mamá le enseñó a tejer con plumas de gallina, que usaba como agujas, cuando era muy chica. Tejía con cualquier hilo que encontraba a su alrededor y nada le gustaba más que enlazar y unir retazos para transformarlos en muñecos.
4
Me crucé a la misma vecina sólo una vez más cuando volvía de trabajar y me quedé pensando en que que la vida que crece debajo de la tierra no es tan incoherente.
5
Yo también aprendí a tejer cuando era chica. Tejía sólo cosas cuadradas o redondas que, según los hilos que usaba, servían para agarrar o apoyar la pava, como mantas para peluches o como paños para cubrir alguna lastimadura. Nunca llegué a complejizar las formas.
6
Planté un jazmín en el balcón y se abichó al poco tiempo. Compré un insecticida contra mi voluntad después de probar muchas soluciones caseras, aunque sé que la solución es trasplantarla a un cantero o en un jardín. En la maceta no hay lugar para crecer.
7
Leí en un libro que la palabra tejer viene del latín tegere que significa cubrir o proteger y de ella derivan también las palabras teja y tejado, esas que se usan para construir casas a prueba del viento.
8
Mi abuela me muestra las cosas que teje cada vez que voy a su casa: pulóveres, alfombras y escarpines. Me dice que los guarda por si llegara a necesitarlos yo o una amiga, quien sabe, pero que por lo menos así se le pasa el tiempo.
9
Acumulo plantas casi compulsivamente. Todos los recipientes de vidrio que descarto se convierten en floreros. Acumulo plantas casi compulsivamente y en silencio, como se reproducen los potus y las suculentas. Acumulo plantas casi compulsivamente porque no necesitan más que agua y un poco de luz.
10
En el departamento de abajo, un bebé recién nacido llora desconsoladamente todas las noches. Yo cuento las rayas de luces que se proyectan con la persiana baja. Mi abuela teje, todavía, para cuidarme del frío.
Sofía Eger nació en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 1995. Es profesora de Artes Visuales con orientación en Pintura por la ESEA Rogelio Yrurtia. Actualmente se desempeña como docente en el Nivel Primario, Nivel Superior y en espacios de educación no formal (Centro de Actividades Infantiles y talleres particulares). Asiste a talleres de poesía desde el año 2020.